POEMAS DE LINA ZERON
Lina Zerón nació en Ciudad de México el 30 de octubre de 1959. Poetisa triunfadora, su obra poética ha sido traducida a 12 idiomas. Ha merecido muchos premios literarios, entre ellos el "Ciudad de Barcelona".
Añadirte a mi piel
Quiero hervirte
en el centro de mis suspiros,
desgreñar tus ansias en mi ansiosa piel,
y encender piras infinitas
en la avenida de mis piernas
para guiar tu clavel por mi noche.
Desmadejar tus besos con mis besos,
en la flor de mi naranjo adormecer tu sed.
Sentir en mi elástico triángulo
azules bocanadas
y convertirte en amaranto ocaso,
para deleitarme con tu espuma,
para echar anclas,
para perseguir gaviotas,
para morir en ti.
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Aroma de mil flores
Tiembla la hojarasca a la espera del amante,
como tiembla el olmo en la tormenta
con cada embestida de viento;
tiembla impaciente pero de pie espera.
Como huracán doblega mi encendido follaje,
penetra, penetra con enormes raíces
la espesura de mi ansiosa tierra
sembrando gemas en el enigma de la noche.
Satisfecho
-hijo del viento- descansas.
Duermes entre aroma de mil flores
esperando que llegue el alba a despertarnos
con el eco de nuestras cálidas tormentas.
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Moradas mariposas
Fui semilla de sol plantada en la tierra
parida por un tornado de agua
entre polvo estelar y alarido de colores.
Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.
De las hojas brotaron palomas
y acunaron suspiros mis rojos dedos,
y mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.
Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos
y aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero
y tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.
Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.
Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron
y se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.
Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.
Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.
Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.
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Florescencia
En el eco ojival de mi transparencia
en tu recuerdo me diluyo...
Mis húmedos surcos navegables
afloran
en el intermitente canto de tus deseos.
Sumerges pistilos en mis labios abismales,
produciendo capilares estertores
me vuelvo tu cómplice
mi cuerpo convulsiona en el lecho.
En tus manos soy mar incontenible,
horizontales anhelos,
hembra previsible ante la presencia
de innumerables goces.
Mis secretos escondidos humedeces.
Poro a poro se bañan mis fuegos seculares,
tiemblo, grito,
mareas sucesivas y salvajes
repertorio de conjunciones fulminantes.
Embates fragorosos, ¡gemidos!
Incontrolables pulsaciones
del conjuro procreador multiplicante.
Ya sin quejas descanso en tu piel
despejada de líquidas sorpresas.
Tranquila,
serena,
iluminada.
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Antes de amarnos
¿Qué fuimos antes de amarnos?
¿Quién eras tú?
¿Y yo quien era?
Fría lumbre en los labios contenida,
rígido corazón opaco,
áspero fruto mi vientre,
ligero ropaje de verano tu mirada.
Ahora que nos amamos...
fuego somos donde mariposas se suicidan,
cuerpos de luz,
piel ardiendo en rojas llamas,
hechizo inacabable.
Unidas en el mismo cuerpo sombras somos,
sueños revelados en poemas,
atraídas mareas por la luna,
enormes olas de amores fatigadas.
Ahora que te amo...
un insecto que nace en las mañanas
y muere por la tarde entre tus muslos soy,
suspendidas gotas de placer,
suspiro de Sol en el cenit,
sirena de agua dulce,
develada estrella bajo tu cuerpo.
Ahora que tú me amas...
eres símbolo de alianza entre los dioses,
amuleto colgando de mi cuello,
turbulenta agua con que mis flores riego,
lámpara que guía a los ciegos soy.
Ahora que nos amamos...
somos raíces cálidas de la tierra.
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Réquien
Hoy cerré la casa con un candado de oro remendado,
regué primero los girasoles que solícitos se erguían
las dubitativas rosas que conocen el dolor de la defensa.
Recorrí la luminosa alcoba entre lo oscuro
y sellé con gruesos listones las indiscretas persianas.
Hoy abandoné la infinitud de una vida en casa,
los cimientos de amor a mi espalda quedaron,
se derrumbó la perfección de una armónica rutina,
la joya de caricias que entretejió nuestras vidas.
No volveré a doblar cortinas ni manteles de motivos
ni a zurcir más trozos de suspiros a la vieja sobrecama,
ni los paseos de fin de semana esperar con impaciencia,
no lucharé más por extirpar el olor a humedades
y besos que cada rincón nos pillaba.
Debo arrancar de la memoria el polen de tu risa,
tus manos remolino de nubes esparcidas en mi piel,
olvidar tus besos -trino de mirlos en la mañana-
el balanceo perfecto de nuestros cuerpos.
No volveré a mirar tus ojos de fuego de luna
ni a esperar en la ventana que aparezca tu figura.
Ayer debí incinerarte y tragarme las cenizas
para tenerte dentro aun tu cuerpo fallecido
en vez de enterrarte en un frío cajón de madera.
Hoy me encuentro mas sola que un viejo faro de mar.
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Desconsuelo
Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.
Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.
Palpitan en mi pecho reflejos de aurora.
y no estás.
Tampoco en el alud de tatuados dolores,
en el breve escalofrío de mis párpados azules,
en la marimba interna de mi cuerpo.
Tal vez mis rezos llegaron tarde a la cita,
tal vez eres pedestal de oro inaccesible,
anzuelo en el fondo sin carnada
y yo hambriento pez en la noche del océano.
Tal vez seas omnipotente campo y yo roja hormiga.
Tal vez seas flama desprendida del sol
y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.
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Ahí, donde
En la blanda cavidad de mi cuerpo
ardes.
En el espacio donde impera la noche
tiemblas.
En las sombras donde los dementes clemencia piden
te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto
apareces.
En nombre del Maestro que llegó a salvarnos
imploras.
Ahí, donde el olvido a jirones llega
palpitas.
Ahí, donde tu memoria no tiene sosiego
existo.
Ahí donde el alma absorta se ciñe uno a uno
yacemos juntos.
Ahí donde mi corazón oprimo antes de que el llanto llegue
y me avergüence
te desconozco.
Ahí, donde mi delgado silencio te interroga,
te perdono.
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