LOS POEMAS DE JOSEFINA PLÁ


Josefina Plá nació en Fuerteventura (Islote de Lobos) en 1903 y falleció en Asunción del Paraguay en 1999. Residió desde muy joven en Paraguay desarrollando en este país toda su obra literaria. Escribió mucho y de todo, poesía, ensayo, teatro, novela y periodismo, fue además, pintora, ceramista y crítica de arte.


El soneto de tu voz

Blanda en mi entraña, como tibia lluvia,
beso aplastado corazón a vena;
tiembla en mis ojos, como sol en río
tañe en mis pulsos dolorida plata.

Pincel que te dibuja estremecida
rama en el agua azul de mis anhelos
pasa por mí, y se lleva mi dulzura
como un rayo de luz que fuese abeja.

Ave a quien le nací con viento y nido,
su ala sabe el curso de mi arroyo,
y en el ángulo agudo de su vuelo

-punta de corazón hiriendo en flecha-
una gota de sangre nueva siempre
recarmina las rosas del deseo.



OOOOOOOOOOOOOO


Sueño de sueños

 
Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.

...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.



OOOOOOOOOOOOOOOOOO


Trópico



Amargas lunas mates de estero hechizan, muertas,
noches de frutos altos y de tácitos vuelos.
Ríos de cocodrilos y de tortugas lentas
descaman las estrellas de un calcinado cielo.

En urgencia arterial, por roja tierra tibia
discurre el agua madre de las inundaciones,
mientras corolas túrgidas como sexos encienden
la lámpara votiva de las insolaciones.

Carnívoros estambres, piedras que encierran astros;
troncos que se hacen nudo mortal bajo agua quieta;
peces de aguda voz, aves de mudos rastros.

La Cruz del Sur, guardiana de sus misterios, arde,
cual cifrando en su acorde de siderales neones
la música del mundo en su primera tarde.


OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO


Cómo



Ay, cómo abrirte este dolor de llaves,
en soledad de pulso amurallado.
Lo que ya se llevaron, cómo darte,
sueño, renunciación, ausencia, olvido.

Cómo franquear a tu claror las puertas
tras las cuales murió crucificado
cada latido virgen de tu nombre,
desposado no obstante de tu imagen.

Cómo agotar la senda de la ausencia,
el rumbo del viaje jamás hecho,
las jornadas cautivas del suspiro.

Ay, cómo en ascua recobrar ceniza,
y de la piedra absorta hacer el nardo
que se encienda a la orilla de tu sangre...



OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO


Tus manos

 
De las más hondas raíces se me alargan tus manos,
y ascienden por mis venas como cegadas lunas
a desangrar mis sienes hacia el blancor postrero
y tejer en mis ojos su ramazón desnuda.

En mi carne de estío, como en hamaca lenta,
ellas la adolescente de tu placer columpian.
-Tus manos, que no son. Mis años, que ya han sido.
Y un sueño de rodillas tras la palabra muda-.

...Dedos sabios de ritmo, unánimes de gracia.
Cantaban silenciosos la gloria de la curva:
cadera de mujer o contorno de vaso.

Diez espinas de beso que arañan mi garganta,
untadas de agonía las diez pálidas uñas,
yo los llevo en el pecho como ramos de llanto.




OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

El viajero
 

Y, de pronto, el viajero
Surgió. Sobre el sendero
Sus pies dejaban pálido,
Fosforescente reguero.



Vio mi mano en oferta,
Y dijo: -¿Es para mí?-
Yo no sé si despierta
O en ensueños le oí. 



Extasiado, mirándole
Los ojos, se lo di.
¡Poder no pensar,
Poderse abandonar,
Como el pétalo al viento,
Como al fuego el sarmiento,
Como la astilla al mar! 



Caminito escondido
Caminito escondido
Que te embozas en sombra
Y con grama te alfombras,
Y al silencio haces nido: 



Caminito escondido:
Eres humilde y breve,
Y tu surco es muy leve
Entre el bosque tupido.



Medio sol de mañana,
Un poquito de luna,
Un hilo de fontana,
Son toda tu fortuna. 



¡Poco tienes, sendero
Enflecado de sauces,
Mas tú sabes, camino,
Que breve, pobre, austero,
En sombra, eres el cauce
De un designio divino. 



También yo sé, camino
Que, aunque corto y umbroso,
Te vio el dolor celoso
Y el amor adivino; 



Que alguna vez, acaso,
Pudo encontrarte al paso
El hada de la suerte,



Y que, en noche sombría
O en el claror del día,
Te sabrá hallar la muerte!

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