RECORDANDO A FRANCISCO DE QUEVEDO


Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid el día 17 de septiembre de 1580 y falleció en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, el 8 de septiembre de 1645. Cultivó todos los género literarios de su época, con una clara y potente influencia de Séneca. Toda su obra está impregnada de un fuerte pesimismo. Fue un gran lector y uno de los hombres de mayor cultura en la España de entonces.





Soneto amoroso (21)

Del sol huyendo, el mesmo sol buscaba,
y al fuego ardiente cuando el fuego ardía;
alegre iba siguiendo mi alegría,
y fatigado mi descanso hallaba.

Fue tras su libertad mi vida esclava,
y corrió tras su vida el alma mía;
buscaron mis tinieblas a su día,
que dando luz al mismo sol andaba.

Fui salamandra en sustentarme ciego
en las llamas del sol con mi cuidado,
y de mi amor en el ardiente fuego;

pero en camaleón fuí transformado
 por la que tiraniza mi sosiego,
pues fui con aire della sustentado.


A la mar
 
 La voluntad de Dios por grillos tienes,
Y escrita en la arena, ley te humilla;
Y por besarla llegas a la orilla,
Mar obediente, a fuerza de vaivenes.

En tu soberbia misma te detienes,
Que humilde eres bastante a resistilla;
A ti misma tu cárcel maravilla,
Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.

¿Quién dio al pino y la haya atrevimiento
De ocupar a los peces su morada,
Y al Lino de estorbar el paso al viento?

Sin duda el verte presa, encarcelada,
La codicia del oro macilento,
Ira de Dios al hombre encaminada.


Soneto  amoroso (24)

Lloro mientras el sol alumbra, y cuando 
descansan en silencio los mortales
torno a llorar; renuévanse mis males,
y así paso mi tiempo sollozando.

En triste humor los ojos voy gastando,
y el corazón en penas desiguales;
solo a mí, entre los otros animales, 
no me concede paz de Amor el bando.

Desde un sol al otro hay fe perdida,
y de una sombra a otra siempre lloro
en esta muerte que llamamos vida.

Perdí mi libertad y mi tesoro:
perdióse mi esperanza de atrevida.
¡Triste de mí, que mi verdugo adoro!



A una nariz

Erase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Erase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Erase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito. 



  Gregorio García Alcalá
26 de diciembre de 2013

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