de Federico Mayor Zaragoza el 18/05/11

Así es como la Constitución de la UNESCO, en su artículo primero, define a los seres humanos educados. Liberados del miedo, de la superstición, de la ignorancia y de la altanería, y responsables, conocedores de la realidad, para actuar solidariamente con las generaciones presentes y las venideras, para no dejarse embaucar ni distraer, para comportarse en virtud de las propias reflexiones. Para ser –debo insistir en ello- ciudadanos y no súbditos, actores y no espectadores.
Pues bien: desde hace años hemos venido insistiendo en la importancia, para la consolidación de la democracia, de la participación ciudadana, de tal manera que, además de ser contados en los comicios electorales, en las urnas, seamos tenidos en cuenta por los gobernantes, ya que en esto consiste, precisamente, la genuina democracia: tener en cuenta constantemente a los ciudadanos y no sólo contarlos por los votos emitidos cada x años. Votar, votar, desde luego, para cumplir con un deber cívico esencial y procurar que los parlamentos y gobiernos reflejen fielmente la voluntad de los ciudadanos, sin imposiciones partidistas. Pero, sobre todo, ir construyendo la "nueva ciudadanía", la que opina constantemente a través del ciberespacio, la que, por fin, puede expresarse sin cortapisas, abiertamente.
Hacía años que se veía venir, pero todos los avisos han sido, como ocurre normalmente, desoídos. El impacto de la participación virtual hubiera debido alertar a los políticos y orientar a la sociedad civil, que vivía el amanecer del poder ciudadano. Demasiado preocupados por el acoso del mercado los primeros, y los segundos distraídos en demasía por el inmenso poder mediático, no se han dado cuenta del nuevo mundo virtual en el que nos hallamos hasta que la marea llega a sus puertas.
Se ha llamado "primavera árabe" o "revuelta democrática árabe" a lo que, en realidad, era el principio de una "primavera" mundial, de un nuevo comienzo, que debe ser pacífico, que debe procurar que la voz ciudadana se escuche a escala municipal, regional, nacional, mundial. Escucharles, entenderles, atenderles
Las instituciones democráticas genuinas –todo poder emana del pueblo- deben alegrarse de esta nueva capacidad de participación, de tal forma que la vida parlamentaria, la palabra, sea el gran fundamento del otro mundo posible en el que soñábamos… y que ahora está convirtiéndose en realidad.
Así mismo, a nivel planetario unas Naciones Unidas refundadas, con amplia participación popular ("Nosotros, los pueblos…") y unos Consejos de Seguridad que extiendan sus atribuciones al ámbito medioambiental y económico, de tal forma que cumplamos el compromiso supremo intergeneracional, dejando un legado apropiado a nuestros descendientes.
Marea virtual… "ciudadanos libres y responsables"… evolución serena pero firme mediante acciones concretas y apremiantes –eliminación de los grupos plutocráticos (G8, G20…), regulación de los flujos financieros y cancelación inmediata de los paraísos fiscales; restablecimiento de la acción política solvente, evitando la prevalencia y acoso de los mercados; justicia social….-. Todo ello permitirá en breve plazo superar la crisis sistémica que estamos enfrentando, de tal modo que –vale la pena repetirlo- no se trate tan sólo de una época de cambio sino de un cambio de época.

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